EDITORIAL


Cercanos una écada,las Ciencias de la Comunicación siguen atravesando una serie de cuestionamientos que parecen agravarse conforme pasan los años. Si bien los materiales y soportes han ido mutando hacia la virtualización y la portabilidad, los procedimientos de investigación y los métodos de trabajo parecen no haber cambiado mucho.

 

Aspectos tecnológicos positivos (como la digitalización y el acceso a data diversa) han provocado que las tradicionales prácticas de autorregulación (llámense el análisis profundo de los documentos, el contraste de las fuen- tes, la preocupación por mantener la originalidad del contenido, entre otras) colapsen frente a la irrefrenable necesidad de publicar en las redes sociales: postear y buscar la respectiva viralización, sin importar a veces su veracidad, exactitud o si han consultado todas las perspectivas o dimensiones de la problemática.

 

De esta forma, hallamos nstantemente en los Social Media graves denuncias o testimonios contra figuras públicas; mensajes de marcada tendencia ideológica que se presentan como informativos e imparciales; así como la proliferación de noticias cuyos autores tienen conflictos de intereses tan grandes que ponen en tela de juicio su exactitud y confiabilidad. Así, se ha desencadenado una cadena casi interminable de noticias falsas (fake news), de gran impacto y que se convierten rápidamente en tendencia, pero que sólo son evidencia clara del arraigo de la “posverdad” y la mentira que afectan el marco informativo general del ciudadano.

 

Procesar con responsabilidad y ética la actual avalancha de información plantea no sólo un reto deontológico, sino implica el desarrollo de instrumentos operativos más efectivos, acordes con la tecnología empleada por los comunicadores en nuestros días. Más que elaborar un constructo, la tarea urgente ahora es emplear, amplia y sistemáticamente, los recursos electrónicos disponibles para asegurar una optimización cualitativa y cuantitativa de la información que se lee, oye y ve en nuestros diferentes dispositivos.



Gestionar la información y brindar noticias de calidad (pertinentes y preocupadas por el bien común) son siempre apreciados por la ciudadanía, a la vez que son valorados por los profesionales (sirviendo como derrotero a emular) y por los académicos, a fin de proseguir con la evaluación de la práctica y la mejora continua en su formación.

 

Dr. César Mejía Chiang

Director del Instituto de Investigación de la Escuela de CC. CC. Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología - USMP